lunes, 9 de abril de 2012

Medidas anticrisis, funcionarios y políticos.

De vuelta de las vacaciones, donde he aprovechado para hacer ejercicio de pulgares dándole fuerte al mando de la PS3, he vuelto a retomar viejas costumbres. Levantarme ojeroso con el sonido del despertador. Ducharme y prepararme un café con la apariencia de uno de los caminantes de The Walking Dead y coger la moto para llegar a mi Guantánamo particular: el trabajo. Con la vuelta a la oficina también retomo el café de sobremesa dando un vistazo a las ediciones digitales de la prensa. Como ayer empató el Madrí, he pasado de los deportes y he optado por un análisis de FEDEA sobre la situación de la economía española.

En parte es un muy acertado análisis de lo que tenemos. Digo en parte porque patina en aquello que ellos mismos critican al Gobierno: el populismo. Muy certeros al señalar la calamitosa decisión de Rajoy de esperar a las elecciones andaluzas y asturianas para mover ficha. Todo un estratega. Su jugada maestra será estudiada en las escuelas militares españolas junto con el asedio del 36 al Alcázar de Toledo. También han estado certeros Garicano, Fernández-Villaverde y Santos apuntando la inutilidad de medidas como la subida del IRPF si luego vas a desgravar, otra vez, la compra de vivienda. Pero luego vuelven a lo de siempre: las pensiones y los funcionarios.

A día de hoy pedir que se les baje el sueldo a los funcionarios es trending topic universal en Twitter. Se considera funcionario sólo al tío ojeroso con barba de tres días y sueldo rondando los mil euros que se habrá tirado las últimas décadas de su vida aguantando las buenas maneras de las que los españoles siempre hacemos gala en nuestros actos sociales. O la mujer menopáusica que tendrá sueños húmedos con llegar a su cubículo en Hacienda con un revólver de 40mm y liarse a tiros con el primero que le mente a sus muertos. Normal que eso amargue el carácter. Pero se nos olvida que funcionarios son también los médicos y profesores. Y los bomberos. O mucha gente muy preparada y que se mantienen fuera de la primera línea de combate.

El problema de este país no son los funcionarios. Va en la misma partida presupuestaria, pero no repercute en los bolsillos de los pobres mataos que cambian las cañas por La Latina un domingo cualquiera -ahora que vuelve el buen tiempo- por los códigos civiles en las bibliotecas. El recorte habría que hacerlo en los puestos de libre designación. Aquellos que, hablando en plata, están puestos a dedo. Los consejeros, amiguetes y demás enchufados cuyo mérito no es haberse sacado una oposición, sino haber aprovechado las cañas de los domingos para hacerle la rosca al político de turno para que le colocara en la administración y no de mileuristas precisamente. O esas federaciones que tenemos repartidas por toda la piel del toro donde, a cuenta del dinero público, se manda a los dirigentes políticos ya amortizados a un retiro dorado. Cementerios de elefantes que se llevan un buen pico de los PGE. O las subvenciones a sindicatos y partidos políticos, que tendrían que autofinanciarse. Ya se lucrarán bastante cuando lleguen al poder como para que encima se lucren cuando están en la oposición.

Que luego pasa lo que pasa. Cuando a uno le tocan los años en el poder, los perdedores, en vez de bucear entre cifras y estudios para preparar un programa electoral top, que diría Mourinho, más bien bucean entre litros de licor 43. Porque sólo la embriaguez explicaría los debates parlamentarios que tenemos en este país, cada vez parecidos a una batalla dialéctica entre Gordopilo y Calculín, dos niños repelentes de colegio de curas, en su primer acercamiento a los mundos del dyc con coca-cola. Pues no, señores. Que me parece muy bien que quieran vivir del cuento hasta que les llegue su turno en la Moncloa, lotería que, al contrario que los Euromillones, siempre acaba tocando. A los partidos políticos cero financiación. Que se añadan más casillas a la declaración de la renta. Iglesia, oenegés, partidos políticos, sindicatos y que cada uno mande el dinero a donde le salga de las narices. Pero que dejen de chupar del bote. Y no les sugiero lo que sí podrían chupar porque me cierran el blog. He dicho.

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